sábado, 16 de agosto de 2008

Las mujeres de mi vida.

Los mejores momentos de vida siempre han estado asociados a mujeres; en mi caso y desde temprana edad, fueron dos... mujeres extraordinarias que marcaron mi vida con su amor, sencillez y temperamento, mujeres que marcaron mis primeros pasos con tezón y que, tal vez sin proponérselo, me enseñaron la lección más importante... a ser feliz, siguiendo mis sueños y sirviendo a los demás. Esas mujeres son mi madre y mi abuelita. Elvy y Leo El arte culinario más exquisito que hoy puedo saborear, lo aprendi a disfrutar con ellas, desde las primeras papillas de Elvy, mi madre y luego con esos deliciosos aderezos caseros de mi abuelita, mi mamita Leo ... mmm!!! ... el ajo y el kión doraditos en la sartén, la cebolla y el culantro molido a punta de batán; la albahaca y la espinaca, la pasta de tomates, el puré de papas prensadas a mano, el orégano tostado sobre una sustancia de carne... y tantas cosas, aún hoy estremecen mis sentidos de sólo pensar en ello... aplacar el hambre y experimentar tanta delicia a diario, era todo un privilegio y lo sigue siendo, gracias a mi esposa, felizmente. Pocos hombres, en estado sobrio, podrian admitir la predominancia femenina en nuestras vidas, pero es real, mucho más de lo que solemos creer. La historia del mundo: sus batallas, sus coquistas, sus gobiernos y sus desastres, ha sido estelarizada y escrita por nosotros, los hombres... será por eso que el planeta anda tan mal ??? Lo cierto es que el mundo gira alrededor de las mujeres, es más... estoy convencido que se mueve gracias a ellas. En fin... Esta madrugada salté de la cama, asaltado por un sueño que trajo hasta mi mente una fugaz película de mi vida, una vida que fue posible gracias a los cuidados y al amor de mi abuelita, una mujer que se volvió a ser mamá para sus 4 nietos. En este sueño, mi abuelita me había enviado un pequeño sobre de carta, algo arrugado y evidentemente antiguo... lo abrí y descubrí una vieja hoja de papel con unos trazos de colores que dibujé cuando tenia 7 años, ni yo mismo podía decifrarlo, para cualquiera sería un insignificante garabato, pero Leo lo había atesorado por 30 años, para ella era un pedazo de papel con historia, un pequeño regalo de la época en que ella y mamá lo eran todo para mi, cuando eran mi primera comprensión del mundo, mis cuentos, mis juegos y mis maestras de vuelo. Yo crecí, amplié las fronteras de mi mundo con sus lecciones y me hice periodista, pero con la prisa que solemos llevar, a veces parecemos ingratos y otras veces lo somos de verdad con las personas más importantes de nuestra vida... sin embargo ese niño que vive aún en mi nunca olvida el lugar que ellas tienen en mi vida. El significado de los sueños no viene impreso en esos panfletos esotéricos, son mensajes de nuestro subconciente, por eso, mi sueño me sacudió con su lección. Hasta durmiendo mi abuelita me sigue enseñando a no perder de vista el valor de las cosas sencillas, no importa en que trabaje, cuanto gane o con que personajes me vincule... el valor lo ponemos nosotros. Gracias Leo, una vez más.